viernes, 27 de agosto de 2010

Matrimonio Igualitario

Por Celia Morresi

Una reflexión sobre el matrimonio de personas homosexuales (con Ley promulgada en julio de 2010)

Como interrogantes me surgen:
¿Negar la realidad o destaparla? ¿Dejamos las cosas cómo están o nos animamos a cambiarla?

Reflexionar sobre los derechos que tenemos como personas humanas, cuando han sido vulnerados, me remite en primera instancia a cuestionarme algunos aspectos discriminatorios que se fueron instalando en esta sociedad, naturalizados a través del tiempo y que determinaron en muchos de nosotros actitudes de discriminación, manifestadas con lástima, rechazo, indiferencia o miedo a lo desconocido (¿tal vez a lo que no me toca a mi?).

Como está fuera de nosotros, no vemos o no queremos ver la realidad de nuestro mundo que en cada momento de la vida nos está ofreciendo innumerables diferencias. No hay una persona igual a otra. Cada ser es único e irrepetible, todos somos diferentes y, justamente, “esa diferencia es lo que tenemos en común”.

Hace un tiempo, no tan lejano, las personas discapacitadas eran consideradas endemoniadas, se las encerraba, no se las consideraba humanas, no se esperaba nada de ellas y se las excluía. Lentamente fue cambiando la mirada hacia estas personas y fueron cambiando los paradigmas sociales existentes en cada momento socio histórico cultural político. Hoy se han abierto otros horizontes, se ha avanzado en el movimiento de integración humana, lo que ha permitido a estas personas concurrir a instituciones escolares, y otros ámbitos alternativos de contención social. De todas maneras, la discriminación existe en todas sus formas, no podemos negarlo. La pobreza, la enfermedad mental, la discapacidad, el color de piel, el sida, la droga, la homosexualidad por mencionar algunas.

Famosos por lo exterior

Mientras los medios se encarguen de mostrar como éxito esencial, cuerpos delgados de mujeres bellas, hombres musculosos, y que el único sentido de este mundo es llegar a ser famosos por lo exterior; es mas difícil cambiar, pero no imposible.

Vivimos en un contexto en donde producir y tener capital es muy importante. Aparece con frecuencia este tema en cualquier ámbito, hasta en el cotidiano. Si no tenés no valés. Entonces, estos aspectos mencionados de discriminación quedan fuera del debate, no dan rédito. Pertenecemos a una sociedad de consumo, rápida, de producción y estas cuestiones nos determinan “a algunos”, y también a los educadores de hoy. Los alumnos deben producir. Quien logra resultados más rápidos, hace mas cuentas, escribe, en fin quien aprende más rápido es el que avanza (¿es el que avanza?). No sabemos mucho del proceso de aprender pero sí de resultados. Ignoramos en el proceso de aprender qué papel juegan el placer y el displacer, por qué un alumno logra resultados más exitosos que otros. Indudablemente el contexto nos determina, pero también, hay parte de esta sociedad que quiebra estas estructuras y puede animarse a pensar de otra manera.

Los otros

Intento dibujar sintéticamente la sociedad actual para situarme en esta gran polémica que se abre a partir del matrimonio civil solicitado por las personas homosexuales. Negar la realidad o destaparla. Esa es la cuestión. Evidentemente algo está cambiando. Los cambios son posibles pero con muchos costos, y más cuando se trata de defender derechos de las personas, que han sido vulnerados. Hoy aparece fuertemente el movimiento de las personas homosexuales -que existen desde el inicio de este mundo-, solicitando se les reconozca el derecho de elegir con quien desean compartir la vida, compartir proyectos, encontrando un lugar en este mundo, este mundo de la diversidad tan discurseado, pero del que indudablemente todavía nos cuesta apropiarnos.

El concepto de la diversidad está totalmente ligado al de alteridad, que sería el reconocimiento del otro diferente a mí. Vale mencionar lo que expresa Nuria López de Lara en su libro “Escuchar al otro dentro de sí”, donde dice “acoger la diferencia en mí, mi diferencia y la del otro, las otras y los otros supone partir de un cierto extrañamiento, de una cierta distancia, a menudo vivida como dolorosa; en principio, la separación, el misterio y solo un posible vínculo, el de saber que les necesito y por lo tanto el de saber que debo entrar en relación con él, debo hablarle, debo escucharle y aceptar su palabra como otra, así le amo; si el Otro no estuviera ahí no habría palabra no habría relación, no habría vida humana”.

Más adelante continúa... “reconocer esa necesidad del Otro (las otras, los otros)”.... “los diferentes, los diversos no solo son otros u otras, sino que además están en otra parte, fuera de nosotros y que cuando aparecen junto a nosotros, solo es porque nos necesitan, ellos y ellas a nosotros.”

La resistencia al cambio

Es la realidad que nos circunda y a la que pertenecemos todos. No podemos negarla, “es” y formamos parte de ella. Los otros (otros y otras) somos nosotros que poco a poco nos encontramos, a medida que nos vamos despojando de la soberbia, del individualismo, de los miedos de salirnos de lo instituido, en realidad, es el miedo a cambiar. Si no nos paralizamos podemos realizar algunos quiebres, para encontrarle a este mundo un sentido cada vez mas humano, en donde cada uno tenga la libertad de elegir, de opinar, de asumir las diferencias que tenemos como un valor, y que esas diferencias nos definen y a la vez son lo que tenemos en común y nos igualan en derechos y obligaciones.

“Los cambios sociales se producen con crisis, en donde se vivencian los miedos de pérdida y ataque” (Pichón Riviere); sería perder esta situación que me da cierta seguridad, estas condiciones de vida (condiciones concretas de existencia) o arriesgarme a transitar lo que vivencio como desconocido y me quita seguridad o “comodidad”. Lo que aparece como defensa es la resistencia al cambio. No podemos obviar que está resistencia es parte de nuestra existencia. Desde lo institucional nos estaríamos planteando la dialéctica entre lo instituido-instituyente.

La institución iglesia

Con respecto a esto último creo que la posición de la institución iglesia y otras, son un claro ejemplo de dejar las reglas como están, para darle el sentido de permanencia; sería permanecer a costa de cualquier precio, inflexible, pero encubriendo y negando la realidad. Omnipotente para no entrar en crisis y poner al descubierto cuestiones que no son gratificantes ni ejemplificadoras de estas instituciones.

La iglesia ha demostrado muchas veces, negar que en ese ámbito, como en toda institución, se cometen acciones que no son pertinentes ni las esperadas, simplemente para mantener un poder inalterable e inamovible. Cuando comenzaron a descubrirse curas y obispos pedófilos en varias partes del mundo, esta institución trató tibiamente este tema, y sin embargo se vieron vulnerados los derechos de tantos niños inocentes; es decir, cubrió estas atrocidades humanas con un discurso acotado y tapando lo que pudo para que la institución eclesiástica no se viera perjudicada

Es evidente que las organizaciones de la iglesia no desean mostrar sus miserias, pero sí hacernos creer “a algunos” por suerte, su preocupación por la familia, los derechos de padres e hijos; no les conviene adaptarse a los nuevos procesos culturales, sociales políticos para no entrar en crisis, e inestabilidad, en donde se pondrían al descubierto cuestiones que no son tan “santas” ni “puras”.

Esto traería para la iglesia ponerse a pensar y revisarse profundamente, cuestionándose qué lugar ocupan en este mundo. Mientras la sociedad va planteando situaciones nuevas, donde desde hace tiempo se ha ido transformando el modelo familiar, por diversas cuestiones, en donde ya no existe un padre proveedor, sino que los padres trabajan para mantener sus hijos, se divorcian porque aunque la iglesia siga expresando el amor para siempre (permanencia) sabemos que no es así; que cada persona tiene el derecho a definir su sexualidad, a tener un proyecto de vida, en realidad a sentir, pensar, hacer y ser diferente en todos los aspectos de la vida. Sería bueno anular la norma canónica del celibato, ya que permitiría tal vez otra mirada más flexible y les ayudaría a algunos críticos del matrimonio homosexual a regularizar sus situaciones y profundizar sobre el estilo de vida sacerdotal.

Un canto al respeto y la igualdad de derechos

Este año 2010, el senado y la cámara de diputados aprobaron los derechos civiles en el matrimonio, por lo que indica que la Iglesia aprenderá a bajar su omnipotencia. Esto es y será un tema irritante para ciertos sectores de la sociedad conservadora que seguirán confrontando con los que queremos transformar la Argentina. Indudablemente este logro se debe a la lucha de las organizaciones que militaron para alcanzar su objetivo y también a la decisión política del gobierno nacional que asumió promulgar esta ley y me pareció pertinente lo que expresó la presidenta de los argentinos cuando dijo que no se había promulgado una ley solamente, sino que el alcance de la misma significaba una construcción social, un cambio y una forma de poner al debate de todos, temas que han transitado en el ocultamiento y que hoy se transforman en un canto al respeto y a la igualdad de derechos de todas las personas que habitamos este país.

Algo está cambiando. Nosotros también. Crecemos. Tener la ley no implica que el tema está cerrado, no hay cierres ni certezas que nos ubiquen para siempre en un lugar en este mundo. Haber reconocido estos derechos, nos está situando en una sociedad mas igualitaria, con libertad, pluralista, diversa, porque estamos poniendo en práctica alguno de los discursos que desde hace mucho tiempo eran solo eso “discursos”. Estamos en movimiento, buscando cambios, encontrándonos, para ir transformando este contexto tan complejo. Pichón Riviere habla de “una esperanza activa”. Depende de todos nosotros. ¿Dejamos las cosas como están o nos animamos a cambiar?