jueves, 17 de diciembre de 2009

Reflexiones sobre Educación y Comunicación

Por María Eugenia Sarli

Los valores

Hoy en el colectivo vi subir una señora morocha, bajita y de ojos marrones con un gurisito en brazos, inmediatamente una chica se paró de su asiento para ofrecerle que se sentara. En la siguiente parada subió una chica más joven, rubia, de ojos claros y también con una gurisita en brazos, al igual que la vez anterior alguien se paró y le cedió su asiento.

Más tarde subió una señora canosa de tez blanca con una nietita de la mano y una chica desde la mitad del colectivo le dijo: “acá señora, acá” mientras le señalaba el asiento. Al rato subió un muchacho morocho, de pelo enrulado y ojos marrones con un bebé en brazos y dos chicos que iban a la escuela se pararon para darle su lugar.

Interrogantes

Me pregunté entonces ¿qué valores compartimos que nos hacen actuar de esta manera?. Allí estaban plasmados en las acciones los valores de respetar y proteger a los más pequeños y los más ancianos sin distinción de clases sociales o del color de la piel. ¿Dónde hemos aprendido esto?

Tal vez en nuestras casas, tal vez en la calle, tal vez en el colectivo mismo viendo a otras personas hacerlo. ¿Tal vez en la escuela?. En todos estos lugares es posible, porque se aprende en diversos espacios, se construyen valores todos los días en todas partes.

La pregunta del millón entonces es ¿cómo hacemos para incidir, para estar, para tener presencia en estos lugares? ¿es imposible permear estos espacios que construyen nuestra identidad como pueblo a cada momento?. No somos Dios para estar en todas partes, pero si podemos tener un plan, una estrategia que nos permita ingresar en algunos de estos espacios con fines educativos y allí es dónde la comunicación juega un rol estratégico.

La comunicación para educar

La comunicación entonces es esa línea estratégica que atraviesa el aire, se mete al colectivo, va a la escuela y está en la esquina del barrio; cantando voces, contando cosas, diciendo cosas. Es la herramienta fundamental a la hora de educar en estos tiempos de ruido, de mensajes multimediáticos y dónde los sentidos son asusados por millones de mensajes provenientes de todas partes del mundo.

Es indispensable entonces, a mi modo de ver, recordar que somos los únicos animales sobre la tierra capaces de hablar, porque pareciera ser que estamos tan acostumbrados a usar las palabras cotidianamente que creemos en lo obvio, en lo “natural” del acto de hablar y damos por descontado que todos entendemos lo que se dice, que los significados también son obvios y, sin embargo, los significados son largas historias que se desatan en el momento de comunicar una palabra.

Hay quienes creen en hablar menos y hacer más, como si el acto de hablar no implicara en sí mismo una acción; cuando hablamos, hacemos cosas con palabras, construimos, fundamos, soñamos, nos comprometemos, nos saludamos, nos acompañamos. Es por ello, que el uso de las palabras no es inocente ni azaroso y el acto de hablar es una acción política que solo los seres humanos podemos realizar. La política se nutre de palabras, porque solo es posible hacer política conversando.

Crear un nosotros

Una vez dicho esto, considero que la mejor forma de educar en estos días es conversar, hablar, decir, levantarse en el colectivo y darle el asiento a la señora, a la chica con el bébé, al muchacho que no ve, a la abuela que subió en la esquina. El colectivo, la esquina, la plaza, la vereda, son espacios públicos aunque el bombardeo mediático quiera hacernos creer que allí es inseguro, que es lugar de vándalos y muerte, que la vida no vale la pena porque “esos” otros nos han robado lo que era nuestro.

Decir entonces, no es poca cosa; decir en la forma que sea y en el lugar que sea, es educar al otro, porque cada vez que damos nuestra versión de la realidad, alguien más escucha, alguien más ve. Alguien más, no un “otro” que me invade sino un otro que tenemos el deber como educadores de volver nosotros, porque la única forma de enseñar es generar vínculos con otro, dialogar con otro, compartir con otro; crear un nosotros.

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